Somos unos novatos en este campo. Hace muy poquito, en el año 2002, se detectan unas nuevas células en la retina humana. En realidad se define su función y se descubre que estas células son sensibles a la luz y regulan los ritmos circadianos de nuestro cuerpo. Son ritmos biológicos que indican a nuestro cerebro si es de día o de noche, lo que nos permite sincronizar nuestro metabolismo con las variaciones temporales de nuestro entorno.
Se hizo la luz en el workplace
Nadie pone en duda hoy en día que el concepto de oficina está cambiando. La pandemia no ha hecho sino acelerar un proceso que va a modificar por completo nuestro modo de trabajar.
La neurociencia y sus investigaciones nos hablan de como la arquitectura de la luz afecta al rendimiento laboral y la salud humana. La búsqueda de una configuración optima del puesto de trabajo pasa por mejorar aspectos como son la ventilación, calidad del aire, ergonomía y por su puesto, iluminación.
Nuestro reloj biológico responde a la luz. La luz diurna favorece la producción de serotonina y dopamina, que activan la atención y estimulan la actividad. Sin luz aumenta la melatonina, que nos induce el sueño. Ambientes cerrados con escasa iluminación artificial, de intensidad constante y monótona nos aísla de estos ciclos.
La iluminación natural es un elemento prioritario. Si no es posible, buscaremos una fuente lumínica que se le parezca lo máximo posible, favoreciendo un entorno laboral sano y proporcional a la productividad y el bienestar de los usuarios.
Una iluminación de calidad debe facilitarnos nuestro trabajo diario, pero sólo esto no es suficiente. En el nuevo workplace necesitamos generar diferentes ambientes, atmosferas lúminicas que creen espacios más atractivos y una percepción más humana, cálida y cercana de la oficina.
Un espacio bien iluminado es sinónimo de ambiente sano y productivo, incidiendo directamente en el funcionamiento de la empresa.